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El entrenador, ¡ese león que puede sumar su fuerza de niño!

“El coraje es una imprudencia que teme tanto como la prudencia puede temer, pero que coloca, sin embargo, su nariz fuera, abandona su matorral, se da vuelta, de pronto, y hace frente.” (Pascal Quingard)

Incorporar la mirada humana desde la posición de entrenador tiene ventajas e inconvenientes. O mejor dicho, ofrece varios miedos comprensibles. Es por esto que lo considero un acto de coraje, de valentía!. En este post me gustaría compartir a través de una metáfora, como funciona en nuestro cuerpo la resistencia a entrar en este mundo interno. Yo los transité o, mejor dicho, los estoy transitando. Y por esto, ahora entiendo mejor a muchos entrenadores.

Imaginamos que podemos separar del interior de un entrenador, cuatro “entes”. Esta separación es para poderlo entender, no es estrictamente así, todo se entremezcla y es más complejo. Pero para entendernos, puede servir!

Por un lado está el “YO-entrenador”. Sería, si elegimos el convencionalismo con el que se mira la figura del entrenador, un León, por ejemplo. Este ente, es el que sabe toda la parte técnica, táctica, física. El que acumula formación, experiencias propias y de otros. El que está dentro del sistema, y debe de participar con las reglas del juego de la gran partida que es el circo del deporte. Es valorado por los resultados, por sus declaraciones, por sus decisiones. Es responsable de liderar al equipo, de gestionar los momentos buenos y malos. Y para cada una de estas necesidades, cada entrenador gestiona de maneras diferentes, a partir de su “yo-persona”, o sea, de sus características de personalidad.

El yo-persona está inconscientemente diseñado en nuestra infancia por nuestro entorno familiar, social, cultural. Y desde ese “molde” se puede ir desarrollando, o flexibilizando en mayor o menor medida, pero el molde está y estará. Es por esta razón que conviven con éxito y con fracaso diferentes maneras de actuar como “yo-entrenador”, que en realidad están lideradas subconscientemente por el “yo-persona”. Si le ponemos un animal, sería un potencial camaleón al que se le ha limitado la capacidad para ser camaleón, en verdad. No hay una manera de hacer las cosas. Incorporar consciencia, a través de coaching, psicología, terapias o el método que sea, precisamente nos permite flexibilizar ese “yo-persona” para poder flexibilizar indirectamente y como consecuencia al “yo-entrenador”. O sea, re-camaleonizarnos un poco!

El tercer ente del juego es el EGO. Es el mecanismo de protección que hemos desarrollado. Evidentemente tiene que ver mucho con la personalidad, pero para seguir simplificando para entender, sería como la parte más neurótica, más miedosa, más protectora de mi integridad. Opera con la voluntad de que no me hagan daño. Tiene una intención positiva y es la parte que actúa como resistencia al cambio. La parte que nos proteje de mostrar la vulnerabilidad, de mostrar las emociones y sostener la de los otros. Muchas veces es nuestra principal fuente de sufrimiento. Es como una capa que oscurece nuestro brillo. Es como un perro guardián. Que está a ambos lados de la puerta. Dificulta entrar y salir.

Y por último está la ESENCIA. La esencia es la parte más “pura”, más íntima, donde está la conexión verdadera con mi ser y a través de ella, con los demás seres. Ahí está la vulnerabilidad, las emociones y sentimientos más humanos. Lo que nos hace brillar, la fuerza interior. Sería un bebé, por ejemplo.

Liberar la esencia del ego es uno de los caminos que muchos intentamos recorrer, aunque creo que no acaba de ser del todo ecológico. Es como pretender quitarte todas las protecciones que te han permitido sobrevivir hasta ahora. Por eso da miedo. Da miedo cambiar, da miedo exponerse, da miedo bajar del pedestal, de la autoridad. Da miedo hacer cosas de manera diferente, aunque en el fondo sepamos que es necesario ese paso, en muchos casos.

Humanizar el entrenador no es matar al perro guardián, tampoco es lanzar al bebé a la selva, ni poner la cadena al león. Tampoco es estar todo el día cambiando de piel. Humanizar es hacer una reunión de todos esos “entes”, para que se vean, se comprendan, se acepten, y consigan caminar juntos, aprovechando todo lo bueno que tiene cada uno. Y claro, no es suficiente con una reunión, es un proceso en donde se construyen confianzas, se permiten errores, se exploran posibilidades. Si el león puede coger al cachorro, y protejerlo… si el perro se relaja y juega un poco con el camaleón, si el camaleón se muestra y hace reír al bebé.

En definitiva, mi consejo es no afrontar los procesos de autoconocimiento, ese camino de atender la parte más humana que reside en el entrenador, como un camino con miedo al cambio. Al contrario, es un simple camino de darse cuenta, de conocerse a uno mismo. Y cualquier evolución nacerá de manera natural desde ahí. No fácil, no automático. Y cada uno podrá llegar hasta donde quiera.

“La humanidad es como es. No se trata de cambiarla, sino de conocerla.”
(Gustave Flaubert)

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